Anoche en el
Teatro Breve que se presenta todos los domingos en
Taller Ce, presentaron esta pequeña pieza que escribí la semana pasada. Es la primera vez que alguien monta algo de mi autoría y tengo que admitir que me encantó la experiencia. Le doy las gracias a Alejandro Carpio y a Beliza Torres por llevarla al escenario, y a el resto de los muchach@s de
Teatro Breve.
Como nunca había escrito una obra de teatro, decidí trabajar con un tema simple y pocos personajes. El nombre del vino es real; será cómico ver quién llega a esta página en búsqueda de una botella.
¡Salud!
Chateau Laffitte
José Borges
Personajes:
María: Esposa de Pedro, con ropa de oficina, pero con un delantal y sin zapatos.
Pedro: Hombre ejecutivo de 30 años. Vestido con ropa de trabajo de oficina.
En la cocina y comedor de una casa, María prepara la cena.
Hay una caja de cartón cerca de donde se prepara la cena y una
maleta al lado de la entrada a la cocina.
Pedro llega del trabajo. Tiene la correspondencia en las
manos y entra leyéndolas.
PEDRO (Fuera de escena):
¡Mi amor, llegué!
MARÍA:
Ya mismo está la cena.
PEDRO (mientras entra a escena):
Cuenta del teléfono… de cable… de la luz… American Express… Nada más falta la planilla para completar el combo…
Abre y lee la carta de la tarjeta de crédito.
PEDRO:
¡Puñeta! ¡1,200 pesos! ¡María! ¿Qué carajo es esto?
MARÍA:
¡Ay! Espera, no te enojes. Déjame explicar…
PEDRO:
¡Coño! ¡Si te dije que no podíamos usar las tarjetas hasta que las bajáramos un poco! Nos están clavando con los intereses.
MARÍA:
Yo sé, mi amor, pero eso fue antes de tú decírmelo. Además, necesitaba…
PEDRO:
¡No me importa!
(Le tira las cartas a la cara de María, quien se tapa del ataque.)
¡No podemos seguir así!
Yo no me jodo trabajando para que tú gastes chavos.
MARÍA:
No eres el único que trabaja. Tengo el dinero para pagar esa cuenta.
PEDRO:
¿Y cuándo voy a verlo? ¿Esta noche?
MARÍA:
Chico, ¿me vas a hacer salir a esta hora? Te lo doy mañana…
PEDRO:
No, no son horas de salir. Además, tengo hambre. Pero, que no se te olvide…
Pedro recoge las cartas del piso y se sienta a la mesa del comedor, de espalda al público.
MARÍA:
No se me va a olvidar. Y menos contigo jodiendo tanto.
PEDRO:
Mira a María, molesto, pero comienza a leer la carta de American Express.
¿Paypal? ¿Qué puñeta ordenaste de E-bay?
MARÍA:
No jodas más, Pedro. Ya te dije que mañana te doy el dinero.
PEDRO:
Es que me encojona que sigas gastando los chavos en porquerías. ¿Qué fue ahora? ¿Gafas Gucci? ¿Cartera Prada? ¿Más zapatos?
MARÍA:
Como si tú no hicieras lo mismo. ¿Recuerdas la trotadora? Eso no fue idea mía… Quinientos dólares botados en una mierda que sólo se usa para enganchar tus camisas. Mientras tanto, esa pipa tuya está a punto de conseguirse un código postal…
PEDRO:
¡Vete al carajo! No es mi culpa que me estén explotando en el trabajo. Trata de trabajar diez y doce horas para venir acá y hacer ejercicios. Tienes suerte. Tú trabajas ocho horas y ya.
MARÍA:
Son ocho en la oficina y cuatro o cinco más acá. Porque mira que no tocas ni una escoba ni una olla, coño. Mi part time: sirvienta tuya.
PEDRO:
Quisiera yo tener sirvienta. Por lo menos tendría sexo de vez en cuando…
MARÍA:
Me imagino que serían los dos minutos más inolvidables de su vida…
PEDRO:
Le da un manotazo a la mesa.
¡Ya! Me estás encabronando y si no quieres que…
MARÍA:
Que, qué, ¿ah? Tócame otra vez, para que veas. Más vale que me mates, si lo haces.
PEDRO:
Sigue hablándome así y no voy a ser responsable de lo que haga. Vamos a tumbar el tema, ¿ok?
Los dos se miran callados por unos momentos. Entonces, María continúa preparando la cena y Pedro retoma la lectura de cuentas.
PEDRO:
En verdad no quiero seguir peleando, pero… ¿Doscientos pesos de la Cava de Laureano?
MARÍA:
¡Mira, carajo, ya me tienes harta! Quería que fuese una sorpresa, pero ya no me importa.
María saca de un gabinete una bolsa de regalo y la pone en la mesa.
MARÍA:
¡Feliz aniversario, coño! Para que no jodas más con los chavos…
PEDRO:
Abre la bolsa y saca una botella de vino. La inspecciona.
Chateau Lafitte… ¡del ’82!
Abraza a María, que tolera el gesto sin entusiasmo.
Gracias, mi amor. ¡Vamos a abrirla!
Comienza a buscar el sacacorchos, pero María lo detiene.
MARÍA:
Siéntate, que yo te lo sirvo. El de la tienda me enseñó cómo hacerlo.
Pedro obedece y María saca dos copas y una jarra de cristal. Saca un frasco de la caja de cartón y vacía la mitad del contenido en la jarra. Acto seguido vacía la botella de vino ahí también y menea con cuidado la jarra. Sirve las dos copas y pone una frente a Pedro, quien menea la copa y huele el vino.
PEDRO:
Robusto. Con un leve bouquet de almendra. El paladar se deleita con el mero olor. ¡Brindemos! Por cinco años.
MARÍA:
Sin entusiasmo.
Por cinco años.
Chocan sus copas y toman del vino. Pedro toma un buen sorbo mientras que María apenas parece haber tomado nada.
PEDRO:
María, perdóname. Es que he estado bajo mucho estrés… las cuentas, el trabajo… tú sabes.
Toma de su copa.
MARÍA:
¿Sabes lo difícil que es esconder un ojo morado? Aun con todo el maquillaje que me puse, sé que algunas de mis compañeras lo notaron.
PEDRO:
Termina su copa y se sirve más. Casi llena la copa.
Es que bebí demasiado aquel día… no estaba pensando… Perdóname, por favor.
Toma más vino y pone la copa sobre la mesa.
MARÍA:
Sin embargo, no hace ni dos minutos que por poco ocurre otra vez. Jamás voy a permitirlo. ¿Sabes por qué soy huérfana?
PEDRO:
Toma más vino y comienza a agarrarse el pecho, como si sufriera algún malestar.
A tu mamá le encontraron un tumor… cuando tenías seis… y tu papá sufrió… un infarto tres años después.
MARÍA:
Mami no tenía ningún tumor. Mi padre llegó borracho después de una “sesión en la Cámara”. Yo estaba llorando porque no quería dormir y él me quería callar… a correazos. Mami me protegió… y le dio el animal con la hebilla de la correa. Trató de despertarla a bofetadas. Después, se asustó y llamó a su relacionista público; no a una ambulancia… le importaba una puñeta lo que le podía pasar a mami. No; llamó al que podía salvarlo del lío, del escándalo. Y, claro, con sus conexiones y par de sobornos, el trauma en la cabeza se convirtió en un tumor.
Pero el cabrón no se esperaba que me vengaría. Me tardé tres años en lograrlo… Tampoco sabía que el cianuro huele a almendras.
Apaga la hornilla, se quita el delantal, se pone los zapatos y besa a Pedro en la frente. Coge la maleta y se va.
Pedro se queda inmóvil y segundos después la mano se cae con todo y copa.
FIN